9.7.08

Regalo

Vi su regalo en el piso, en el mismo lugar donde las había dejado la tarde anterior. Estaban debajo de una piedra, para que el viento no pudiera llevárselas.

Me había dicho que no podía quedarse más, pero si quería seguirlo, él estaría feliz. Lo dudé, así que él dijo que no tenía porque contestar ahora, que me dejaría un regalo, para que pudiera seguirlo cuando estuviera lista. Y se fue.

Las miré y pensé en él. Había llegado repentinamente a la aldea. Algunos dijeron que era un demonio, otros, menos dramáticos, que podía ser un hechicero. Pero yo sabía que no. Pasé los dos días que se quedó como su única compañera. A él no parecía molestarle el hecho de que sólo yo hablara con él. Yo por fin podía hablar con alguien cómodamente... y, justo cuando pensaba que estaríamos juntos mucho tiempo, él se había ido.

Quería seguirlo, pero, ¿podría?... Iba a tener que dejar la seguridad para iniciar una aventura. Él había dicho que el regalo funcionaba a la perfección, que podría encontrarlo sin duda, y no es que no confiara en él. El problema era que no confiaba en mí misma.

Cuando comenté que quería irme con él, todos en la aldea se opusieron. Dijeron que era una trampa, que el hechicero quería engañarme para terminar con mi vida. Quizá yo misma lo hubiese pensado, si no lo conociera. Pero ese no era el caso, lo haría de cualquier manera, si lograba ser lo suficientemente valiente, claro.

Recordé en mi rutina diaria y me di cuenta de cuánto me gustaba, a pesar de haberla odiado tanto en el pasado. “Es sólo el miedo a lo desconocido”, pensé, pero no podía evitar sentir ese miedo. Sabía que lo más probable era que mi vida mejorara. Podría ser feliz. Pero no podía dejar de imaginar lo terrible que sería si no salía como lo esperaba.

“Mi vida aquí no es mala”, pensé. Quizá un poco monótona, pero no mala. Aunque seguro que podría ser mejor, mucho mejor. Vi en el piso el boleto hacia “mucho mejor”, pero de nuevo pensé en posibles contratiempos en el viaje, los que no sólo podían hacerlo un viaje difícil, sino incluso evitar que llegara allá.

Cerré los ojos para concentrarme y pensé que sólo era cuestión de decidirse. Si me quedaba todo seguiría igual. Si me iba... no lo sabía, pero no podía ser mucho peor... Sólo cuestión de decidirse.

Abrí los ojos, mirando hacia el abismo, la aldea a mis espaldas. No miraría atrás. Lancé la piedra al precipicio, tomé el regalo y comencé a ponérmelo.

Terminé de colocarme las alas al mismo tiempo que escuché la piedra caer al fondo y, sin darme tiempo para pensarlo, salté y me fui volando.

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