9.7.08

Decepción

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“No es la primera vez que me ocurre...”, pensó otra vez, mientras aguantaba las ganas de llorar.

Era cierto, había sido rechazado varias ocasiones, al menos tres, aunque no se comparaban con la cantidad de aceptaciones. “... de nada me sirve que sean más de veinte”, pensó. Con gusto hubiese cambiado quince de esas victorias por fracasos si así hubiese obtenido un sí esa última vez.

No estaba seguro de qué había hecho mal. Y casi estaba seguro que no había hecho algo mal. Se frotó el rostro con las palmas de ambas manos y respiró hondo.

Molesto, pensó que había otras chicas en el mundo. Le dejó de interesar el hecho de que la única que realmente le importaba, quizá la que más le había importado alguna vez en su vida, era Angie. Llamó a una de ellas, a quien apenas conocía.

Dulce. O al menos así estaba escrito en el pedazo de papel, arriba de su número de celular. La había conocido en una fiesta, más o menos por las fechas en que había conocido a Angie, y había olvidado el papel con su teléfono, junto a su interés por ella, en un cajón cuando su atención se concentró en Angie. El teléfono sonó un par de ocasiones antes de que contestara.

-¿Hola? -se escuchó por la bocina.
-¿Dulce...? -dijo él y se arrepintió de haberla llamado.
-¿Eres el chico de la fiesta, verdad?

“Ni siquiera recuerda mi nombre”, pensó él. Se quedó un momento en silencio, a punto de colgar, pero le vinieron a la mente las palabras de Angie. “Por ahora creo que no deberíamos... quizá después...”. Había dicho quizá, pero hubiera sido mejor que dijera que no, de todos modos daba lo mismo y él lo sabía de sobra.

-¿Hola...?
-Lo siento -dijo, convencido nuevamente-... Sí, soy yo... Me preguntaba si querrías salir conmigo uno de estos días.
-¡Me encantaría! -él no estaba sorprendido, sabía que le gustaba, pero fingió estarlo.
-¡Genial! Entonces... ¿Te veo mañana en la plaza a las cinco?
-¡Claro...!
-... Buenas noches, entonces -la interrumpió y colgó.

Se acostó en su cama. Había oscurecido desde hacía más de dos horas, pero la luz seguía apagada. Sin moverse, miró el cielo por la ventana. La luna parecía más grande de lo normal. Una lágrima resbaló sin control por su mejilla.

“A Angie le gusta la luna”, pensó sin querer.

1 comentario:

Nada dijo...

POr más que se intente, un dolor nuevo no borra uno viejo, lo hace peor, el amor es dolor en todas sus etapas, buscamos el amor para sentirnos vivos, recordarnos que existimos (ok, lo ultimo fue random) esta genial este, sigue así!